martes, 3 de junio de 2008

Actualmente sería una perogrullada decir que el arte ha cambiado, pero creo que es necesario insistir, ya que las más de las veces parecemos olvidarlo.
La sociedad no es la misma, sus valores no son los mismos, la ética no es la misma; así, el arte no es el mismo. Se podrá decir que por supuesto, que no es el mismo, que no puede serlo porque los tiempos cambian y todo cambia con él. Pero esto es algo más puntual, más radical: el arte ha tenido un cambio jodidamente exagerado: instalaciones, happenings, arte “conceptual” en demasía, mierda enlatada, cajas de zapatos vacías en bienales internacionales, 20 mil chilangos desnudos y demás. No discutiremos aquí si esto es arte o no lo es, pero es de resaltar que existe, es real, es social.
Se podría decir también que esto no es nuevo, que desde los años sesenta se vienen dando estas manifestaciones artísticas y más aún, desde principios de siglo con Duchamp. Pero pongamos atención también a nuestras capacidades de percepción y análisis: es en estos aspectos donde parece haber un contundente estancamiento, y que son aspectos que es imposible desarrollar sin una mente abierta al cambio. Seguimos, como sociedad, aferrándonos a ideas antiquísimas de lo que debe ser el arte. Nos cerramos, nos limitamos. No crecemos.


LA MASA IGNORADA.
Lo bello tiene espinas, ya lo sabemos. ¿A que la belleza, entonces?
¿Por qué no mejor lo grande, lo sublime, lo colosal,
lo que mueve a las masas?
- NIETZSCHE


Todas las sociedades, desde la antigüedad, han producido obras de arte. Todo arte del último siglo ha sido, por lo menos en el momento de su aparición, despreciado. Sin sorpresa nuestro caso es el mismo.
Estamos ante una constante reformulación de las cuestiones artísticas y la sociedad, la masa, no queda exenta de este juego.
A la masa se le acusa de todo. Se dice que es torpe, que es peligrosa, que es ignorante, incluso que es despreciable. Se suele criticar mucho a este ente flotante que no tiene la culpa de ser lo que es. Esto ocurre mucho en los terrenos del arte, esos terrenos donde abundan pseudo artistas e intelectuales románticos trasnochados (a quienes curiosamente el posmodernismo los agarró durmiendo) que desprecian todo lo popular, sin darse cuenta torpe e ingenuamente, que todo su trabajo (incluso las mismas vanguardias) se nutren de eso a lo que ellos llaman –peyorativamente- “popular”.
"En la dialéctica del tiempo, la vanguardia y lo popular, se alimentan mutuamente. Se reciclan, aborrecen, separan, reúnen y regurgitan mutuamente porque son los elementos complementarios, extremidades de Ouroboros. Escondidos aquí o más allá prosiguen su trayectoria los vanguardistas, rumbo a su masificación" (Valdivia, La tempestad 80)
Toda vanguardia termina por masificarse, dicho de otro modo, la sociedad termina por aceptar y entender lo nuevo.
Ya desde principios del siglo pasado, Kandinsky profundizó de manera lúdica en esta cuestión. En su libro “De lo espiritual en el arte” (1911), explica esta peculiar situación a través de un triangulo equilátero. En la parte de abajo del triangulo se encuentran todas las cosas ya digeridas por la sociedad. Todo lo ya asimilado. En la punta de arriba se encuentra, en silencio, instalada la vanguardia, es decir, todo lo que la masa aún no entiende y que, incluso, desprecia. En determinado momento que necesariamente ocurre, el triángulo gira, y todo lo que estaba en la punta superior pasa a formar parte de la base y por lo tanto convive con la masa. Y, ahora si, la gente asimila, digiere e incluso disfruta lo que antes era despreciado por incomprensible.
Ejemplos de esto sobran. Ahí esta Picasso y su popularidad sobrevalorada y en ocasiones ignorante. Andy Warhol haciendo comerciales de líneas aéreas y sus “Box brillo” como lo más elevado del arte en su momento, las pinturas impresionistas de Monet ilustrando portadas de cd’s y demás. Por otro lado, al girar el triángulo, lo que se encontraba en la base, es decir, lo popular, se convierte en la nueva punta del triángulo y pasa a convertirse vanguardia en las manos de los artistas. Ejemplos también sobran. El urinario de Duchamp, las máscaras africanas de Picasso, la Marilyn Monroe de Warhol, los objetos ignorados de Gabriel Orozco.


LAS BATALLAS EN EL DESIERTO
No quisiera ser confinada en el papel de alguien que deplora lo actual,
Incluso si, en efecto, lo deploro.
Preferiría mantenerme al ataque.
- SUSAN SONTAG


¿Hasta que punto lo viejo le es útil al artista? Pienso que solo intelectualmente, ya que las épocas pasadas le están espiritualmente vedadas. “Las creaciones de la tradición – y el pueblo es depositario inconsciente de la tradición-, no son suficiente para producir lo nuevo, pero pueden insertarse en la producción de lo nuevo” (Minera, Letras Libres 28). Si revisamos la historia encontraremos una constante e inevitable fusión de lo nuevo y lo viejo. Recurrimos a la tradición para crear lo antes inexistente, pero en este punto se da otro problema: al recurrir constantemente a esta práctica podemos caer en el indeseable tradicionalismo, cosa que no necesito explicar qué es, porque Sonora -enorme páramo cultural- adolece profundamente de eso. Padece de un tradicionalismo obstinado, que aunque se pueden ver algunos pequeños destellos de cosas nuevas, hasta hace poco seguíamos por la ruta de la nostalgia. Yo no se nostalgia por que, o de que, si en realidad nunca ha existido un arte sonorense como tal, nunca ha habido un discurso riguroso, sólido y reflexivo del cual jactarse, solo alguna que otra –y dudosa- individualidad.
Esta situación, en ocasiones desesperante, en ocasiones risible, solo puede provenir del temor a lo nuevo y de la “cápsula” en la que vivimos, alejados totalmente de los movimientos que se están dando en otros países, incluso en otras ciudades.
Le tememos a lo nuevo, nos resistimos, y esta resistencia puede venir de la ignorancia. Me explico: la mayoría de la gente, la masa, no le entiende al arte nuevo. En ocasiones ni siquiera al viejo, pero mucho menos al arte nuevo. Es así, no lo entiende, y el ser humano desprecia lo que no entiende. Pero, ¿Cómo entenderle (o por lo menos aceptarlo) si ni siquiera le damos oportunidad de mostrarse ante nosotros?
"Lo característico del arte nuevo, desde el punto de vista sociológico, es que divide al público en estas dos clases de hombres: los que lo entienden y los que no lo entienden… mas cuando el disgusto que la obra causa nace de que no se le ha entendido, queda el hombre como humillado, con una oscura conciencia de su inferioridad que necesita compensar mediante la indignada afirmación de sí mismo frente a la obra" (Ortega y Gasset, La deshumanización 14).
Esto se complica más con el (no tan) nuevo auge del arte conceptual. He aquí una interesante relación entre las costumbres de la sociedad con las costumbres del arte. Las costumbres de cada sociedad de alguna manera marcan de qué forma sería su reacción ante la aparición de un nuevo gesto artístico y por consecuencia, su pronta o tardía asimilación. No nos engañemos; la sociedad sonorense no asimila de igual forma que la sociedad “defeña” un nuevo signo en materia del arte, y no lo digo con ánimo de denostar a este caluroso y olvidado Estado, sino con la intención de reconocer nuestro retraso en esta materia y de esa forma hacer algo. Claro, no todos lo chilangos son unos eruditos en estas cosas, pero hablo en lo general, en la constante apertura de esa sociedad a la aceptación de nuevos signos artísticos. Aceptación desinformada o no, pero aceptación al fin. Cosa que en muchos lugares del país aun no se ha dado.

TORMENTAS DE MIERDA.
“Hemos tenido una atención especial en recuperar nuestras raíces,
en dirigir nuestros esfuerzos hacia las raíces, yo quiero las ramas”.
-JORGE CUESTA

Es un error ingenuo creer que el arte puede ser masivo. El arte es, por naturaleza, sola para unas cuantas personas. Esa idea siqueiriana del arte para el pueblo esta cada día mas lejos y su idea de que “no hay otra ruta que la nuestra” se me antoja completamente en desuso, pues hoy, parece que todos los caminos (y no solo hablo en el arte) son posibles. El arte es para la gente que, de alguna manera, puede preocuparse por dedicarle tiempo y entenderlo. Cosa que la gran mayoría de la gente no puede hacer porque, con justa razón, tiene cosas mucho más importantes que hacer.
Aunado a esto, en los últimos 30 años, se ha presentado un acelerado crecimiento de la influencia del mercado en el mundo artístico. Esto no es casual, pues las decisiones trascendentales hoy en día ya no las dicta lo político, sino lo económico. Esto ha traído como consecuencia el rápido crecimiento del engranaje artístico-comercial que hoy domina el mundo del arte. Esto ha provocado una desacreditación de la validez de la obra artística, pues es vista muchas veces, como mero producto comercial. Pero aun así el arte tiene mucho que dar, aunque no sea a toda la masa. Joseph Kosuth, uno de los fundadores del arte conceptual, ha dicho:
"No debemos olvidarnos de que nuestra sociedad está en manos principalmente de dos grupos: los hombres de negocios, que lo que quieren es obtener beneficios, y los políticos, que no desean perder poder. Todas sus decisiones son necesariamente a corto plazo. Hacen falta personas que refuercen el tejido social, que tengan objetivos a largo plazo. Hacen falta artistas, escritores, intelectuales... Nosotros somos la parte más sólida del tejido social, por eso nuestro papel igual no se aprecia en el día a día" (Kosuth, http://salonkritik.net/06-07/2007/03/j_kosuth_vivimos_un_saludable.php)

Las virtudes sociales de la obra de arte no se aprecian a corto plazo, de aquí que al arte se le tache de inútil. Pero olvidamos que la “utilidad” del arte no es en un sentido práctico, ni palpable, como lo es, por ejemplo, el diseño gráfico, con el cual buscas aumentar las ventas de tu negocio. El arte contemporáneo ha estado en un constante mareo ideológico, sin presentar tendencias, como había ocurrido en el siglo pasado, donde alguna corriente dominaba el escenario. Hoy todo es posible y nos guste o no tenemos arte de nuestro días, arte contemporáneo, con todo y sus mierdas enlatadas y caballos de carne y hueso en la sala de exposición. Pero no es suficiente, hay que esforzarnos un poco mas por convivir con nuestro arte y al decir esto me refiero al único arte que puede ser verdaderamente nuestro: el arte actual. “Percatarse de una cosa no es conocerla, sino meramente darse cuenta de que ante nosotros se presenta algo.” (Ortega y Gasset, La deshumanización 73).

El cambio hacia un mejor entendimiento del arte por parte de la sociedad, no puede hacerse desde visiones nostálgicas y románticas; mucho menos desde la apatía, cosa que afecta a todo ser humano, y en especial, al estudiante de arte, que sigue pensando que el “artista” es un ser tocado por dios y natural incomprendido, que se baña a jicarazos y se sublima con óleo. Esto actualmente no puede ser más que basura. Este tipo de ideas han hecho que el artista olvide a la sociedad y la sociedad lo olvide a él.